Siempre se ha dicho que las plantas nos escuchan, que es bueno hablarles para que crezcan sanas y fuertes. Pero, a falta de oídos aparentes, podemos plantearnos qué tienen de cierto estas afirmaciones. La respuesta es clara: las plantas no pueden escucharnos de la misma forma que lo hacemos los humanos, pero sí son más sensibles e interactivas de lo que podemos imaginar.

Para ello, utilizan cientos de proteínas de membrana que pueden detectar microbios, alertas u otras tensiones. Así, aunque no dispongan de oídos, pueden detectar y reaccionar ante ciertas amenazas externas.

Pero no solo reaccionan ante aspectos negativos. A lo largo de la historia, se ha comprobado que algunas frecuencias de sonido -principalmente las más bajas- favorecen la germinación, el crecimiento y el buen estado de las raíces de nuestras plantas. Por el momento, se desconoce el motivo real de estos hechos, pero ha quedado comprobado su funcionamiento.